“La procrastinación, o posposición, es la acción o hábito de retrasar actividades o
situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más
irrelevantes pero más agradables”. Wikipedia
Tengo bastante
claro que en la mayoría de casos la procrastinación está garantizada cuando
tenemos poco tiempo libre y hay que dedicar la mitad, o más, al cuidado y
organización de nuestro hogar. Cuanto más grande es el desorden y la
acumulación, más inversamente proporcional es la procrastinación. Y me
pregunto, ¿por qué la casa se ha convertido en muchos de los casos, en un lugar
incomodo y agobiante? Una casa desordenada, se nos cae encima como una pesada
losa. Estar demasiado tiempo encerrados en ella, nos agobia. Tenemos que salir
y respirar, ventilar nuestras mentes, coger aire para poder volver a nuestro
quehacer rutinario, procrastinado, una y otra vez.
El quehacer
diario nos aburre. ¿Por qué? Porque, en general, nos quita el poco tiempo de
ocio que tenemos. Y, en particular, hay que decir, se ha perdido el gusto por
cuidar, limpiar, mimar nuestra casa, nos suena à antiguo. ¿Verdad? Hoy la mujer trabaja, el hombre trabaja, y si no
hay terceros que pongan remedio y participen de
la limpieza y gestión, las tareas de la casa quedan a expensas de los
dos.
¡Las mujeres
dijimos basta! Y salimos a trabajar fuera de casa. Las nuevas generaciones
masculinas han entrado en la casa. ¡Y, sí! Las tareas del hogar se comparten, ya
no tienen género. Pero en la mayoría de casos ¿qué sucede? He observado, como diría mi madre, que los unos,
por los otros, la casa sin barrer, es decir: Llego la procrastinación! Y con
ella, la acumulación y el desorden. En algunos casos, hasta tal punto que, o
eres un crack de la gestión, y
planificas tu plan de organización y limpieza diario con tu pareja, o acabas por sucumbir. El tema se agudiza cuando hay niños pequeños en el escenario. Y ellos, nuestros cómplices masculinos, no es por falta de voluntad, hacen lo que pueden, y hay que aplaudirlo. Pero, es que en la mayoría de los casos, nadie les enseño a coger un estropajo,
o explicar que primero hay que barrer antes de fregar, o qué los rincones
existen, las superficies planas no todas son para dejar cosas y que es mejor
recoger cada vez que utilizamos algo, que no hacerlo al cabo de unas semanas.
Llegados a este punto, os dejo mi reflexión sobre el tema. Ya que mi experiencia nace del paso del tiempo, y por mi particular visión del orden. De siempre he sentido una enorme atracción por todo lo que se refiere a crear hogar, cuidarlo y mantenerlo, quizá ahora pueda ayudar con mi experiencia. Gracias a mi pequeño proyecto de alquiler vacacional, he tenido la suerte de prologar mi casa, mi forma de hacer, hacia el exterior. Esta oportunidad ha sido como la multiplicación de los panes y los peces. Una gozada. He convertido mi casa, en ocho proyectos, ocho hogares donde me entrego, a tutiplén, en la tarea de recomponer, optimizar, cuidar, y organizar. Así son mis apartamentos. Mi reflejo. Son lo que yo soy. Lo que me gusta, y lo que ofrezco a mis huéspedes. Un lugar cómodo, con sensación de hogar. Me siento enormemente afortunada de poder hacer lo que me gusta y se nota el resultado. Quiero que mis huéspedes sientan el cariño que hay detrás de cada estancia, de cada rincón del qué por unos días es su casa.
Mi secreto, para combatir la procrastinación es sencillo, pero hay que tenerlo presente des de la raíz. Vivir con lo justo, evitar duplicidades, en todo. Cada cosa, cada género de cosas, tiene que tener su único sitio. Rodearnos de los objetos justos, los que conformen nuestra identidad personal, los que realmente nos gusten. Vaciar, cajones, armarios, muebles y enseres inútiles, feos, recopilados con el tiempo. Y, ¡ya está! Dejar que corra el aire, que fluya la energía por nuestra casa. ¡Tan sencillo como eso!... Me gustará saber, si lo ponéis en práctica, qué tal os va el resultado.