Termina Junio y empezamos nuevo mes. Junio fue el pistoletazo de salida, un
mes para ponerme a prueba. Para ver cómo iban configurándose las propuestas y
objetivos iniciados en setiembre. Sí, por qué para mí, las propuestas en torno
a mi trabajo empiezan en este mes. Tradicionalmente en enero nos hacemos los buenos
propósitos del año, pero para mí, setiembre, es enero. En setiembre, cuando el
tema vacacional ya va de baja, empiezo a planificar la siguiente temporada, y a
partir de enero, empiezo a ponerme manos a la obra, así que en Junio, justo cuando
empezamos la temporada turística, veo como andan mis planes, y si hay que
modificar o reconducir acciones, actitudes. Y así, hasta volver a empezar un nuevo ciclo.
Tener las cosas un poco controladas, aunque parezca imposible, es necesario
para no perderte por el camino. Sobre todo hablo por mí, que soy de dispersión
fácil, ya que me encanta tocar mil teclas a la vez. Todo negocio, por mucho que
te digan lo hermoso, lo gratificante que es ser un emprendedor, lo que siempre dijimos
empresario, no es tarea ni relajada, ni nada sencilla. Hay que currárselo des
del minuto cero. Y aún así, a veces las cosas no salen como uno inicialmente
pensó, por eso creo tan necesaria la planificación y el seguimiento para ver si
este proyecto vacacional va en la
dirección correcta.
Con el calorcito ya se empieza a respirar vacaciones. Justo al inicio del
solsticio de verano en Coma-ruga se empieza a percibir esa sensación de
veranito, vacaciones, de cambio de ritmo. Ya no hay escuela, el día es más
largo y a todos nos apetece salir y disfrutar del nuevo ciclo. Fiestas,
festivales, verbenas, todo vale para divertirse, y da su resultado. Se nota cómo
en el paseo marítimo repleto de turistas paseando, en la dificultad para
aparcar, en intentar coger sitio en un restaurant sin reserva, o simplemente en
hacer una compra en el super más cercano. Pero esto es parte del encanto del
verano, la gente, la diversidad de personas que podemos acoger en nuestro ciclo
veraniego.
Para mí empieza la temporada máxima de trasiego entre entradas y salidas de
los apartamentos que dirijo con tanta ilusión, ganas, y empeño no me faltan. Me
gusta lo que hago. Me hace feliz hacer felices a mis huéspedes. Me esfuerzo en
poner la máxima atención para que se encuentren lo más cómodos posible, lo más
libres posible, que puedan campar, por el patio, a su aire. Charlando, relajándose
con una cerveza bien fresquita, mientras ven a los críos jugar. Me gusta que
puedan entrar y salir sin restricciones. Que se sientan como en su casa.
¡Una norma que me exijo! No molestar con mi presencia. Quiero que tengan
intimidad, por ello me convierto en una transparencia. Estoy cuando me necesitan.
Aquí está la gracia, estar, sin estar. Aún qué, no os penséis que soy de
piedra, por qué si me dan pie, siempre tengo tiempo para participar en sus
charlas, conocernos, reírnos, intercambiar culturas, y hacer amigos. Para mí es
mi gran premio, hacer amigos, que repiten su estancia, una y otra vez. El trato
personal cuenta, es el máximo valor que uno puede ofrecer, es mi diferencia. Dejar
un buen recuerdo, de nuestro territorio, de su estancia en Yola, de nosotros
mismos. Esta es la clave para que nos elijan. Pero sin duda, para hacerla
efectiva y duradera, hay que planificar el qué, el quién y el cómo queremos
ser, y llevarla a revisión cada junio. El balance, de momento no puede ser más
agradecido.